Diario de La Malinche

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16 de marzo de 2023 

Caminamos –Melusina y yo– por la calle de Talabarteros. Mientras la iglesia de Cristo Rey vigila nuestros pasos observamos a una mujer que trata levantar a un pequeño pajarito del suelo. Una y otra vez intenta arrodillarse para capturar al ave, pero no tiene éxito. Cuando se rinde espera a que pasemos a su lado y nos pide que ayudemos al pájaro. Es un bebé, nos dice, se ha de haber caído de su nido, ya ven que el aire está muy fuerte. Me agachó y extiendo la palma de mi mano derecha y el emplumado sube a ella. La mujer se aleja lentamente acompañada de una ligera lluvia y unas violentas ráfagas de aire. Observo los árboles y me percato que sus copas están a una considerable altura. Sólo con una escalera podré llegar a ellas. La lluvia se hace más intensa. El aire amenaza con arrancar a los árboles. Decidimos –los tres– retiramos de ese lugar. 

Llegamos a la casa de mi sobrina y les presentamos a su hermana, su mamá y a sus tres gatitas (Bonis, Nena, Chunflis) a Juanito. Para nuestra sorpresa no se asusta y comienza a brincar por el sillón, las sillas y la mesa. Las gatitas lo ven y se asustan y lo quieren golpear. Él las ignora y sigue inspeccionando. La lluvia continúa y decido darle algo de comer (pan) y beber (agua). Cuando deja de llover salimos (Melusina y yo) a dejar a Juanito en uno de los árboles del camellón. Lo dejó sobre unas ramas, pero pierde el equilibro y aletea torpemente para hacer menos violenta su caída. Unos zanates y un perrito callejero lo observan con rudeza. Vuelvo a extender mi mano derecha y él se vuelve subir.

Por la noche regreso a mi casa. Juanito va dentro de una cajita de cartón llena de ramas. Me detengo en el camellón (el cementerio de gallinas) de Río Consulado. Busco un árbol bonito y dejo al pajarito en una de sus ramas. Se vuelve a caer. Lo dejó en la rama de otro árbol y vuela a mi hombro izquierdo. Me da miedo dejarlo en ese oscuro lugar. Es casi un hecho que una rata lo devorará. Seguimos nuestro camino a casa. 

Una vez que llegamos lo saco de la cajita y él vuela a la cama y se queda dormido en la almohada de Aliz. Cuando Aliz regresa lo ve y se pone contenta. Me dice que en ocasiones esos pajaritos son seres que desean despedirse de nosotros. Le doy de cenar y lo observo con atención, pues hay algo en Juanito que me recuerda a un ser que amo con todo mi corazón y al que probablemente nunca volveré a ver. 

Antes de meterlo en su cajita veo sus ojos y tengo ganas de llorar. 

Al siguiente día Juanito nos despierta con sus chiflidos y aleteos. Lo saco de su cajita y recorre el pequeño espacio que habitamos. Brinca por todas las cosas y nos observa con curiosidad. Come papaya y toma agua y sigue chiflando. Su canto atrae a más pajaritos de su raza que se posan en los cables de la luz y cantan. Juanito los escucha y comienza a volar y se estrella con las paredes y los vidrios. Sé que es el momento de despedirnos. Lo tomo en mi mano y acaricio su cabeza y sus alas. Abro la ventana del baño y lo impulso. Vuela unos segundos antes de caer en la azotea del predio contiguo. Chifla y aletea con desesperación y los demás pájaros llegan. Uno de ellos se acerca y le hace compañía. Pasa el tiempo y mi pajarito no es capaz de emprender el vuelo. El otro pájaro se queda con él y le muestra como volar. Pasa el tiempo y mi angustia crece. Estoy a punto de salir a pedirle a mi vecina que me dejé pasar por él. En ese instante abre sus alas y comienza volar hacia la inmensidad del cielo plomizo del nororiente del Ciudad de México.

Marzo 21 

Caminamos –Melusina y yo– por el Circuito Interior. Nos detenemos en la salida de la estación Eduardo Molina (del lado de la colonia 20 de Noviembre, alcaldía Venustiano Carranza) de la Línea 5 STC Metro. La transformación de la imagen urbana de ese lugar fue ruidosa, lenta, horrorosa, inconsciente, onerosa, letal, polvosa y brava (lxs vecinxs se quejan de que no fueron informados, muchxs pensaban que de nueva cuenta iban a cambiar las banquetas). Algunas banquetas de las cuadras que eran usadas por lxs vecinxs y lxs transeúntes para dirigirse a sus hogares, empleos, puente peatonal, escuelas, supermercado, parabús y Metro se han visto afectadas (claro, pueden usar la calle de Estaño, tal vez exagero). El carril de baja velocidad se ha transformado en una vía que es recorrida a alta velocidad por motocicletas, automóviles y camionetas. Unas calles (Decorado, Estampado, Cerámica, Apicultura, Avicultura, Cantería) que servían de acceso y salida a la colonia han sido cerradas, o su uso será un tanto riesgoso (claro, pueden usar otras calles, tal vez exagero de nuevo). El puente peatonal ha cambiado de lugar y altura y materiales (déjate de quejar, por lo menos pusieron otro, no mames). El tráfico se ha incrementado considerablemente (lo cual es una verdad y no una exageración). El riesgo de que un automóvil, camioneta o motocicleta se estrelle con una unidad del RTP (Dios no lo quiera, amo a esas unidades de transporte) es alta, considerando que el parabús está en la ruta de acceso de la novedosa obra y que el vehículo de transporte público debe hacer una maniobra para incorporarse a los carriles centrales para poder seguir su camino. La causa/excusa de todo lo anterior fue la de crear un moderno puente que brincara el Circuito Interior para dejar a todo aquel que lo desee sobre la Avenida Gran Canal del Desagüe (en la colonia Ex Escuela de Tiro, alcaldía Gustavo A. Madero). Otra causa fue la de tener una ruta de acceso para que los numerosos usuarios del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles lleguen a tiempo a sus vuelos. La magna obra (cuyo costo oscila entre los 125 y los 150 millones de pesos, ¿la cifra es correcta?, pues fue la que escuché en las noticias) fue inaugurada (con bombo, platillo, acarreados, fotógrafos, periodistas, aplausos y discursos que justifican la destrucción de una zona de la urbe en aras de que una obra lejana y faraónica sea funcional) el lunes 20 de marzo de 2023 por la jefa de Gobierno. Apelando a la tradición política nacional la obra ya está abierta, aunque en sus alrededores hay cascajo, el puente peatonal sigue en construcción y los empleados trabajan a marchas forzadas para dejar chulo de bonito el revolucionario Puente Vehicular Las Adelitas.

Marzo 25 

La sala del cine está llenísima. El ambiente huele a emoción, nervios, palomitas de maíz, refresco y nachos. Y no es para menos, pues en unos minutos llegará a su fin (¿?) un de las sagas más emocionantes de los últimos años. Sí, es unas horas todo va a terminar. ¿Qué pasará con este singular héroe? No me gusta la idea de que concluya, pero la acepto, no me queda de otra. Los últimos lugares se van ocupando. Varios jóvenes le reclaman al que hace las funciones de guía. “Era del otro lado”, señala uno, “Córranle que ya va a empezar”, apunta otro. Se apagan las luces y comienza la proyección de la cuarta entrega de John Wick (Chad Stahelski [director], EE. UU., Lionsgate/Thunder Road Pictures/Summit Entertainment, 2023, 169 minutos). En cuestión de segundos John destrozará todo aquel que se interponga en su camino. Es algo que voy a disfrutar, y no me queda más (como lo cantara Selena) que recomendarle a usted que vaya a ver esta película.  

Marzo 26

¡Por fin fuimos –Aliz y yo– al novedoso centro comercial que se inauguró hace algunos meses en el predio en el que por muchos años se asentó la fábrica de electrodomésticos Mabe! En los pasillos y las tiendas de Encuentro Oceanía se pueden encontrar las mismas mercancías, alimentos, bebidas y postres que en los demás centros comerciales de la Ciudad de México. De igual forma se puede llegar por Metro, pues la estación Romero Rubio de la Línea B está a unos cuantos pasos. 

El complejo comercial cuenta con su supermercado, su complejo cinematográfico, sus fuentes, su estacionamiento y su templete para que los artistas entretegan a los clientes. Lxs vecinxs ven con buenos ojos el lugar, pues les acerca la modernidad, les da algunas fuentes de trabajo y la promesa del mejoramiento del barrio (la colonia Moctezuma Segunda Sección, alcandía Venustiano Carranza). 

La verdadera novedad de Encuentro Oceanía es la primera y gigantesca tienda IKEA. En sus tres niveles se puede encontrar de todo, desde una cuchara y ganchos para colgar la ropa, hasta muebles y alimentos. Recorrer sus pasillos es una buena forma de entretenerse y sentirse un poco miserable. El entretenimiento llega de los novedosos y bonitos productos y los numerosos cuartos de muestra. Usted puede pasar y sentarse en la que podría ser su sala, o pensar qué haría de comer en esa reluciente cocina Mabe, o pensar qué canción escucharía en la luminosa sala, o qué serie vería recostado en la cama, o en lo felices que serían sus hijos y sus hijas en ese cuarto lleno de muebles tan vanguardistas. Uno comienza a sentirse miserable cuando recuerda el salario mínimo, cuando el fantasma de la siguiente renta le toca el hombro, cuando ve los precios de los sillones, cuando es consciente de que quizás nunca podrá tener un departamento o casa propia (a menos que se robe una o se saque la lotería, ¡ojalá!). 

Mientras Aliz observa los espejos me acerco a las ventanas. Detrás de mí tengo el lujo y la vida satisfactoria y feliz que vende la tienda. Frente a mis ojos tengo las calles tristes de la colonia Moctezuma. Una empleada se acerca a ofrecerme una tarjeta de crédito mientras un avión dirige su vuelo cansado hacia el aeropuerto. Agradezco su intensión y se retira. Vuelvo a poner los ojos en la calle y veo a un niño que sale de la tienda con una Red Cola familiar en los brazos. A la vez que camina va contando el cambio, pero se detiene un instante y me mira. Dirijo mis ojos al Cerro del Peñón y después al precio de una lámpara. 

Charles Baudelaire habló en uno de sus poemas en prosa de los ojos de los pobres, ¿será muy grosero que yo hable de las manos de los pobres en esta crónica?        

Pedro Sánchez

Texto y fotos

Marzo 31, 2023

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