Fragmentos Diversos T8-04

*

Ficha bibliográfica: Silvia Molina, La mañana debe seguir gris, México, FCE (Colección Popular núm. 902), 2023 (publicado originalmente en el año de 1977), 120 pp., precio: 80 pesos.

Advierto que eres tú quien me va descubriendo esta otra ciudad y tengo miedo, José Carlos. Miedo de ser niña, miedo de perderte, de dejarte ir y que después ya sea demasiado tarde (p. 95).

La mañana debe seguir gris puede ser leída como una novela de amor (protagonizada por una joven y tímida estudiante y un poeta maduro de versos intensos y prometedores), como una novela autobiográfica (que nos muestra algunos pasajes del romance entre la autora y el poeta José Carlos Becerra), como un diario novelado (que nos habla de la experiencia de una estudiante mexicana en el extranjero), como un recuento de hechos relevantes (que suceden al final de la década de 1960 y principios de la de 1970), como un homenaje constante a la poesía de Becerra. La historia se desarrolla en varios espacios de Londres y está llena de contrastes: él es un ser libre que disfruta de la urbe, la lírica y el departamento de uno de sus amigos; ella, por su parte, es más reservada, no conoce la ciudad y vive con su tía. El libro cuenta con una prosa cálida y amena y es una inmejorable puerta de acceso a la narrativa de Silvia Molina (En silencio, La lluvia, 2008; El amor que me juraste, 1998; La familia vino del norte, 1987).

*

Diario del 47

13 de febrero de 2024

El techo de nuestro cuarto es un desastre. Por esa razón debo limpiar, cada que puedo, todos sus rincones. Hacerlo me representa un odio, una fatiga y un redescubrimiento de cosas, objetos y libros. Comienzo a limpiar uno de los libreros. Al retirar unos pesados volúmenes de teoría política encuentro dos libros que tenía olvidados. Mis (ahora) viejas manos se reencuentran con sus (ahora)páginas amarillentas. Me olvido de la limpieza y vuelvo a leer las historias. 

No recuerdo cuando fue la última vez que leí El gran Gatsby (1925), de F. Scott Fitzgerald, pero regresar a sus páginas me hace inmensamente feliz. Más feliz que cuando fui a ver la versión cinematográfica de Baz Luhrmann(2013, protagonizada por Leonardo DiCaprio). Entre mis manos vuelven a desfilar los nuevos millonarios neoyorquinos. Los veo pasar en sus coches brillantes. Los veo caminar con sus ropas elegantes. Los veo con sus cuentas de banco, sus joyas, sus perfumes, sus fiestas interminables, sus vidas miserables. Ellas y ellos son los verdaderos triunfadores de la Primera Guerra Mundial y de la Ley Seca. Ellos y ellas recorren las modernas calles de Nueva York pensando en lo que van a ponerse en la siguiente fiesta mientras que una parte considerable del continente europeo yace debajo de las ruinas y los huesos. 

En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vuelta por la cabeza. “Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien –me dijo– ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas…”

Todos creemos que, como mínimo, poseemos una virtud capital; la mía es ésta: soy una de las pocas personas honradas que he conocido. 

…y esta misma gente me habría divertido sólo dos semanas antes; sin embargo, lo que entonces me divirtió, ahora se pudría en el aire. 

Recuerdo bien que cuando leí por primera vez El guardián entre el centeno (1951), de J. D. Salinger, terminé por idolatrar a Holden Caulfield y adorar a su hermana Phoebe (tal vez uno de los personajes más entrañables de la narrativa norteamericana del siglo XX). Cada una de las disparatadas aventuras de este adolescente bocón, inconforme, fumador y ebrio me hicieron soltar sonoras carcajadas. El Nueva York de Holden es distinto al del Gatsby, aunque ambos conservan un rasgo: son el espacio ideal para su proceso de destrucción. 

D. B. se enfadó cuando se lo dije y me dijo que era demasiado joven para apreciarlo, pero no lo creo. Le dije que a mí me gustaba Ring Lardner y El gran Gatsby y todo eso. Y era verdad. Me volvía loco El gran Gatsby.

Aunque lo que de verdad tenía ganas de hacer era suicidarme. Tenía ganas de tirarme por la ventana. Y creo que lo habría hecho si hubiera estado seguro de que alguien taparía mi cadáver tan pronto como aterrizara. No quería que un montón de estúpidos mirones me miraran mientras estaba todo ensangretado

De pronto me sentía enormemente feliz viendo a Phoebe dar vueltas y vueltas. Estuve a punto de gritar de lo feliz que me sentía, si quieren saber la verdad. No sé por qué. Sólo porque estaba tan mona con su abrigo azul dando vueltas y vueltas sin parar. Dios mío, ojalá hubieran podido estar ahí. 

Cierro los libros y los acomodo. Regreso a su lugar los pesados volúmenes de ciencia política. Pienso en las novelas de Molina, Fitzgerald y Salinger: todos sus personajes principales son o serán escritores… La limpieza tendrá que esperar, pues he quedado de ir a un programa de radio que transmite por internet. En dicho programa se hablará de lxs soniderxs y la música tropical y la forma en que se integran –o interactúan– a las calles de la Ciudad de México (o algo así). Me pongo ropa decente, me acomodo las canas, me pongo perfume y me enfilo a la colonia San Rafael. La crónica de dicho programa se la quedaré a deber, pues me he prometido que este año, y espero que por varios más, no escribiré sobre asuntos sonideros.

*

Nos encanta el cine. Por esa razón cada vez que podemos vamos a ver las novedades que engalanan la pantalla grande. En esta ocasión vemos Priscilla (Sofia Coppola [directora], EE. UU., The Apartament Pictures/Stage 6 Films/American Zoetrope, 2023, 113 minutos). El film muestra otra cara del tórrido, monótono y triste romance entre Priscilla (Cailee Spaeny) y Elvis (Jacob Elordi). La película –basada en el libro Elvis and Me (1985) de Priscilla Beaulieu Presley y Sandra Harmon– cuenta con una preciosa fotografía, un soundtrack interesante y un ritmo lento. El filme es ideal para todxs lxs fans de la directora (The Virgin Suicides, 1999; Lost in Traslation, 2003), pero puede decepcionar a las y los fans del Rey del Rock And Roll, en especial si desean ver en la pantalla un complemento de Elvis (2022, Baz Luhrmann [director]). 

*

En el principio fue la risa; el mundo comienza con un baile indecente y una carcajada.

Octavio Paz

Pedro Sánchez

Texto 

Febrero 16, 2024

Deja un comentario