Abigail / Cenizas de la gloria / Un cuento 

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Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett (directores), Abigail, EE. UU., Universal Pictures, 2024, 110 minutos. La trama de este filme es sencilla: un grupo de maleantes es reunido por Lambert (Giancarlo Esposito, el amable, sencillo y violento Gus Fring de Breaking Bad) para secuestrar y vigilar a una niña de nombre Abigail (Alisha Weir, que muchxs recuerdan por su papel de Matilda Wormwood, en la versión musicalizada del clásico de Roald Dahl del año 2022). Una parte de la actividad criminal se realiza con éxito (el secuestro), pero la otra (la vigilancia) se va complicando en el trancurso de la noche. Las y los secuestradores, conforme avanzan los minutos, descubren pistas del linaje de su victima. Más de uno considera huir, pero ya es demasiado tarde. Abigail es un film de vampiros muy al estilo de Renfield (2023). Esto significa que, a las escenas de terror, la sangre, los diálogos ingeniosos, las estacas, los colmillos afilados y los ajos se le suman el humor negro, las peleas y las buenas actuaciones (Weir y Melissa Barrera, que ha actuado en la serie Club de Cuervos [2015] y en la película Scream 6 [2023]). Si no tiene otra cosa que hacer le aconsejo que se unte ajo detrás de las orejas y vaya al cine a verla.   

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En los últimos días no me he aplicado con la lectura de los libros que debo reseñar/recomendar en este espacio más visitado que likeado. En vez de sumergirme en sus páginas me he refugiado en los episodios de varias series que no había visto (ya sea que no haya visto ningún episodio, ya sea que no haya visto todos los capítulos, ya sea que me haga falta ver una o más temporadas). 

Dos de ellas son Star Trek (Viaje a las estrellas: la serie original) (EE. UU., Desilu Productions/Paramount Television/Norway Corporation, 1966, tres temporadas) (disponible en Netflix) y The Big Bang Theory (La teoría del big bang), (EE. UU., Chuck Lore Productions/Warner Bros. Television/CBS, 2007, doce temporadas) (disponible en Max). Como son numerosas las referencias de Viaje a las estrellas en La teoría del big bang me ha resultado muy gratificante verlas casi al mismo tiempo. 

Otra serie que atrajo mi atención es Cenizas de la gloria (México, The Mediapro Studio/TelevisaUnivision, 2022, una temporada de seis episodios) (disponible en ViX+). Cada uno de los capítulos de esta serie documental, cuya dirección e investigación estuvo a cargo de Everardo González, Juan Villoro y Tlatoani Carrera, dura entre 40 y 55 minutos. En ese tiempo observamos el contexto familiar, histórico, deportivo, social, político y delictivo en el que nace, crece, consolida, fracasa y derrumba el deportista en cuestión. A través de testimonios, entrevistas, notas periodísticas, recreaciones e información cruzada nos enteramos de alguna novedad de los tristemente célebres casos del futbolista paraguayo Salvador Cabañas (“El guerrero caído”), el luchador Voltaje Negro, cuyo nombre de pila es José Alberto Loera Rodríguez (“Voltaje asesino”), la supuesta luchadora La Dama del Silencio, más conocida como La Mataviejitas (“Las dos vidas de Juana Barraza”), el exfutbolista y director técnico Rubén Omar Romano (“Secuestro en la cancha”), el formidable boxeador Julio César Chávez (“Los amigos del César”), y Esteban Loaiza (“El número 1”). Los episodios le resultarán un tanto aburridos a todas aquellas personas que hayan leído sobre los casos referidos. Los capítulos le serán interesantes a lxs espectadorxs que hayan olvidado lo que les pasó a esos deportistas. En términos generales la serie documental es de buena calidad, aunque en algunos pasajes se pierde el objetivo principal de los capítulos. Por ejemplo: en el episodio de Salvador Cabañas se explica más la pasión por el América que las causas que derivaron en la agresión al futbolista, en el capítulo de Estaban Loaiza se habla mucho de su relación con la cantante Jenni Rivera sin explicar si su fracaso amoroso derivó en sus actividades delictivas, en el episodio de Rubén Omar Romano se deja de lado el papel de los secuestradores para enfocarse en la infancia de Genaro García Luna y su gestión al frente de la Agencia Federal de Investigación.

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Los libros tendrán que esperar, pues ahora me encuentro viendo La Guzmán (2019, una temporada de cincuenta y nueve episodios) (disponible en Netflix) y la perturbadora Bebé Reno (2024, una temporada de siete capítulos) (disponible en Netflix). 

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La Güera de la Pista

Ahora el momento le pertenece. Después de todo valió la pena tanta espera y trajín en las horas previas a este instante. Todo comenzó por la mañana al retirar uno de los tres candados que resguardan su negocio, la afamada Estética Unisex Corazón. Dos de los candados estaban limpios y no tuvo mayor problema al retirarlos de los pasadores de la cortina metálica, pero a la hora de insertar la llave en el último se percató de que estaba impregnado de orines. Lo tomó con su mano derecha y observó como goteaba de su interior un espeso líquido amarillo. Tras un breve análisis llegó a la conclusión de que dichos miados fueron emitidos por el asqueroso pito de alguno de los borrachos que se reúnen a chelear en la tienda de don Armando. Agitó el candado con la mano y las últimas gotas de orina cayeron dejando unas manchitas en el piso. Las observó y dijo en voz baja: “pinches ojetes, siempre chingando, qué chinguen, pero que a su madre que la respeten”.   

Después se fue la luz cuando rapaba a un tipo que olía a sudor y que la observaba de forma lasciva. De la misma forma que lo hacen los hombres que se cruzan por su camino en las primeras horas de la mañana, cuando su rutina se reduce a aplicar tintes, poner uñas de gel, hacer faciales y permanentes y cortes de pelo (despuntar, emparejar e intentar darle forma humana a melenas que son más cercanas a pasto seco que a cabello humano). Mientras la luz regresaba se acercó una señora con una cabellera color verde mosca. La doñita traía en sus manos tres cajas de tinte para transformar el verdor en una blonda melena. La luz regresó, pero tras varios intentos no pudo convertir al insecto en oro. 

A las cinco de la tarde un adolescente con uniforme de la secundaria llegó a cortarse el pelo. Como no era tan mal parecido le arreglo el cabello de manera parsimoniosa. Un corte habitual de veinte minutos se extendió por casi una hora en la cual el puberto no podía retirar los ojos de sus senos. Por ello, cuando le daba forma cuadrada a la nuca se los acercó para ponerlo nervioso. Sintió como temblaba, al igual que cuando comenzó a soplarle en las orejas y le frotó la entrepierna con el cepillo. 

Por más de una hora no hubo cliente alguno en la accesoria. Durante esos minutos se recostó en un sillón observando su pared favorita. En esa pared se encuentra un collage de recortes de revistas y periódicos. La obra de arte pop muestra a Yuri desde sus inicios (cuando cantaba la del “Pequeño Panda de Chapultepec” y “La Maldita Primavera”) hasta el día de hoy (cuando después de una vida desenfrenada se convirtió al Cristianismo). Se acaricia sus senos y piensa en la enorme cantidad de cortes de cabello que tuvo que realizar para juntar los 35 mil pesos para la operación. Pero todo valió la pena. Se para frente al espejo y piensa que tal vez exageró en la talla, ya que sus senos son enormes y son más propios de Laura León “La Tesorito” que de la Jarocha intérprete de “Karma Camaleón”.

Un corte más y desciende la cortina. Comienza a realizar la limpieza del local. Con la escoba hace montones de cabellos que se mezclan en el bote de basura. Millones de cabellos castaños, negros, rubios, con canas, teñidos, secos, con orzuela, chinos, lacios, largos, cortos, sedosos, grasosos, con caspa, microbios y partículas de mierda canina. Cabello, pelo, melena, greñas, mata: todos se van al fondo del bote. 

Se baña y seca su cabello negro y corto mientras observa con ternura la peluca rubia que reposa serena sobre el maniquí. Se mira en el espejo y se asombra ante la grotesca imagen que se refleja: un cuarentón con enormes senos, sin panza, con un pene largo y fláccido, con la cara gris (la marca imborrable de su hombría natal). Se cortó en tres ocasiones al afeitarse las piernas y las axilas, pero no son heridas de cuidado, aunque al aplicarse el desodorante en aerosol una leve molestia le hizo fruncir el seño. 

Ahora vuelve la molestia. Se mira la pierna y se enoja al ver que una gota de sangre ha manchado su pantalón plateado, pero es tarde para limpiarlo o cambiarse de atuendo. De las bocinas de un semivacío centro nocturno de la colonia Doctores se escucha la canción. Él levanta la mano. Todo está como en sus sueños de infancia, cuando se mostró más a gusto observando las vergas de sus compañeros de la primaria en el baño de los hombres que espiando a las niñas cuando bajaban o subían por las escaleras. Recuerda a la Jarocha cantando en un programa de espectáculos olvidado por todos, pero no por ella. Era una maravilla: Yuri bailando en un escenario de cuadros blancos y negros, como un enorme tablero de ajedrez, con diez bailarines vestidos de color plateado. Ella tenía un peinado muy ochentero, un pantalón ajustado y unas botas negras. Comienza a mover las caderas. Tal vez el piso no sea como el tablero y en lugar de diez bailarines lindos tiene a tres gordos fofos que huelen a colonia barata. Lo único que pudo emularle a Yuri es su vestimenta y el peinado. Empieza a mover sus labios, porque todo podía ser diferente, menos la canción. El disco compacto pirata gira y Beto se convierte en la Güera de la Pista que canta a todo pulmón para una docena de borrachos que no la miran y dos que le gritan ¡Chichotas!… “Que este amor. / No se toca. / No insistas porque yo te negaré mi boca. / ¡Oh, este amor ya no se toca! / Porque ahora, si me besas. / Me volveré a sentir de nuevo enamorada. / ¡Oh, este amor, amor ya no se toca.

Pedro Sánchez

Abril 26, 2024

Abril 27, 2009 (cuento)

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